Pura radio
Dicen que uno siempre regresa a los lugares que ha amado. Una cursilada, según se mire, o un error porque los anclajes al pasado son mala cosa. Empecé en la radio hace muchos años, y era tan niña como lo es hoy mi hija, quizá un poquito menos. Un equipo de novatos llenos de ilusión y muy simpáticos, aunque estábamos tan verdes que podríamos llenar enciclopedias de errores, que con el tiempo se han convertido en un anecdotario de vida entrañable.
En Inca, donde se ubicaba la emisora, nos acogieron con tal cariño que la radio consiguió lo que pretende por esencia: ser muy próxima. Tanto, que era prácticamente imposible delimitar quién estaba en ella y quién era oyente: a diario desfilaban por la emisora niños, madres, abuelos, vecinos… Se sentían como en casa y no se cortaban un pelo ni para abrir el locutorio cuando estábamos en emisión. Fueron unos años maravillosos, duros de trabajo,- doce horas diarias -, pero tan didácticos que cuando salí de allí ya podía comerme el mundo, o al menos así lo creía. La vida me llevó a otro medio, la tele, en el que también aprendí un montón, sufrí y me divertí de lo lindo. Una crisis galopante frenó en seco los proyectos televisivos y la vida quiso que volviera al medio primero, la radio. Fueron cinco años de reencuentro con la inmediatez, la información y el descubrimiento. Hasta que se nos sesgó la ilusión, el pan y la seguridad. En esta etapa viví de todo, valoré lo que la vida me daba y conocí a muchas personas, colaboradores, contertulios y compañeros que me los quedo en el corazón como amigos muy queridos. Pero cuando pienso en la radio, me viene a la mente un nombre: Carlos Durán, mi amigo, el profesional de la radio más enamorado del medio que conozco. Y por eso, hoy, estoy aquí, para estar cerca de vosotros y cerca de ti, Carlos. El dia de la radio que acabamos de celebrar me sabe a ti. Pura radio.
Lina Pons, periodista
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