Pensándolo bien/Cenar en un tanatorio con ritmo tropical

Francisco González

Cenar en un tanatorio con ritmo tropical

A todos nos gusta salir a cenar de vez en cuando. Proliferan últimamente los restaurantes bonitos, con gusto, en los que se ha invertido una millonada, en plan europeo, con madera, tablas de pizarra y camareros vestidos de negro.
Están bien, muchos y muy bonitos, pero hay un par de cosas en las que nuestro país falla sistemáticamente a la hora de montar locales. La primera es la iluminación. No se entienden esas intensas luces cenitales, es decir, desde arriba, que restan toda intimidad y sofisticación a la cena. Además, parecemos ser totalmente incapaces de distinguir la luz fría de la cálida, con lo que se pone la más barata. Como sospecharán es la luz fría, ésa que parece de fluorescente, y que da un aspecto de tanatorio al comedor, de forma que en vez de estar comiendo pollo sobre lecho de coliflor parece que le estás haciendo la autopsia al pollo sobre una sábana blanca.
Muy parecido es el caso de la música. Locales que han gastado una fortuna en decoración descuidan con frecuencia la ambientación musical, de tal forma que no pocas veces, y desde la inauguración, suena a toda caña por los altavoces el Iphone del camarero con aquello de me gusta la gasolina, dame más gasolina, que definitivamente no marida, como se dice ahora, son la pularda a las hierbas provenzales.
Puestos a ser tiquismiquis, cabe señalar además que nadie parece saber qué puñetas es la calidad de sonido, y ni siquiera qué son los graves y agudos o el estéreo, por lo que equipos fantásticos acaban sonando como el transistor de mi abuelo.
Señores de la hostelería que me están escuchando, no se lo tomen a mal, todo lo contrario, tómenselo como un consejo gratuito: porque pensándolo bien, verán como sin un euro más, con muy poco, mejorará mucho su local. Pongan luces cálidas y a ser posible indirectas. Pídanle a algún entendido que les seleccione un buen jazz, o clásica ambiental, o también chill-out, o baladas, o boleros, y que les regulen el sonido del equipo.
Si de todas formas se quieren enfadar, otro día hablaremos de las faltas de ortografía en las cartas de los más distinguidos restaurantes.

Francisco González, sociólogo