Recuerdo que era verano. Quien les habla, natural de Inca, tenía 16 años y vivía en casa de mis padres. El edificio, ubicado a escasos 200 metros de la nave de producción de Quely, tenía una vista despejada sobre la fábrica.
Era de madrugada, cuando de repente, me despertó un gran resplandor. Eran las llamas de un voraz incendio. Acto seguido, mis padres y hermanos entraron en mi habitación alarmados por las grandes explosiones. Todos juntos, en silencio, estábamos contemplando como un incendio calcinaba por completo las instalaciones.
Vecinos, trabajadores, repartidores, representantes, directivos, políticos…todos con lágrimas en los ojos se abrazaban y trataban de consolarse. Las galletas del desayuno más famosas de Mallorca, de España me atrevería a decir, se habían quemado.
Fue en agosto de 1993 cuando la fábrica de galletas de Inca quedó completamente arrasada a causa de un incendio. El fuego se originó por un cortocircuito en las dependencias donde estaba el aceite de oliva que, al prender, arrasó todo el edificio de 6.000 metros cuadrados. “Fue un completo desastre”, recordaba Gabriel Coll, en una entrevista concedida a mi compañera Paquita Marí de Última Hora. Pero en los momentos difíciles siempre hay que saber avanzar. Así lo entendieron los responsables de la empresa galletera que en solo tres meses la reconstruyeron por completo.
La destrucción de la fábrica Quely originó algo que los empresarios nunca habrían imaginado: “La demostración de estima de Mallorca por Quely”, asegura Coll orgulloso. “Demostró que Quely no es solo una marca con unos consumidores, el incendio desató también unos lazos afectivos muy estrechos entre la sociedad mallorquina y Quely”, recordaba Coll.
El consejero recuerda que recibieron una avalancha de cartas y muestras de cariño de los mallorquines y cómo, ante tal reacción, no pararon la producción de galletas aunque no tuvieran fábrica. “Panrico nos ofreció sus instalaciones para continuar haciendo Quelis, pero nosotros optamos por Palma Pan, empresa que estaba dentro de nuestro grupo”, explicaba Coll todavía emocionado. “Jamás se paró la producción, es más, la gente empezó a comprar galletas de manera compulsiva como respuesta a una situación difícil para nosotros. No dábamos abasto y eso era también un orgullo”, prosigue.
Agradecimiento fotografía: Ultima Hora
Julio Bastida, periodista Ultima Hora-Sucesos
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