Ha empezado 2018 y los coches no vuelan, como nos habían pronosticado hace décadas. En realidad, todo avanza muy rápido y a la vez, parece no moverse. Mientras, empezamos a hacer nuestro el nuevo año, con propósitos importantes y algunos lastres. Creo que lo fundamental es vivir con alegría, tenerla, mantenerla o recuperarla. Es la lucha que persigo, porque sin ella, nada tiene sentido. Ni el amor, ni la amistad, ni la vida. Ya hemos aprendido que la alegría no es un momento, sino un recorrido, una carrera de fondo, algo que se entrena todos los días, y para ello, el fin sí justifica los medios. Correr, saltar, sonreír, besar hasta la extenuación, reír a carcajadas, y soltar todo aquello que ya no sirve o que nos hizo daño. Con un par. La receta de la alegría es tan secreta como la de la Coca Cola, pero sí conocemos sus efectos: rebaja el estrés, nos obliga a mirar con los ojos del corazón y sube las defensas. La pregunta del millón quizá sea cómo obtenerla en momentos adversos y ahí, precisamente, radica la prueba de fuego. Sólo sé, visto lo visto que la receta de la alegría lleva muchos huevos, como me dijo ayer una de mis mejores amigas. Así que, valor, y a por ella, que para cuando vuelen los coches, ya nos habremos partido de la risa. Pura vida.
Lina Pons, periodista
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