Se acerca ya la época de mejor tiempo, las temperaturas comienzan a subir cada vez más y estar al sol comienza a no ser tan agradable. Tendemos a estar horas en la playa o más tiempo en la calle y con más horas de luz.
Es entonces cuando entran en juego los protectores solares. Son productos que nos protegen de los rayos del sol y evitan que produzcan un efecto dañino sobre nosotros. Dedicamos esta sección de ‘Entre Moléculas’ a analizar la fotoprotección.
¿Por qué es necesario el uso de protectores solares?
Cuando el sol nos envía radiación lumínica, nosotros solo detectamos la parte visible de esa radiación (que supone aproximadamente un 42%), pero también nos envía una radiación de menor energía, que es la infrarroja (IR) (49%) y otro de mayor energía, la Radiación Ultravioleta (UV), pero en baja proporción (apenas un 9%).
A su vez, la radiación UV se divide en UV-A, UV-B y UV-C, de menor a mayor energía. Sin embargo, la atmósfera, gracias a la capa de ozono (que cada vez está más destruida), absorbe la mayor parte de esta radiación, quedando que el 99% de los rayos UV que nos llegan a nosotros es de tipo UV-A, los de menor energía.
El efecto que los rayos UV-A tienen sobre nuestra piel es que penetran en la dermis y son responsables del bronceado, ya oxidan la melanina, una molécula encargada de darnos color, y al hacerlo aumentan nuestra tonalidad, como un mecanismo de defensa. Además, estos rayos pueden deteriorar la elastina y el colágeno de la piel, que son proteínas responsables de su textura, elasticidad y firmeza.
Los pocos rayos UV-B que llegan son los responsables de quemaduras, enrojecimiento, aumentan el riesgo de cáncer, etc.
Además, ambas radiaciones tienen la capacidad de romper enlaces de nuestras moléculas y generar los llamados radicales libres, moléculas muy reactivas que pueden afectar al ADN, pudiendo desencadenar en cáncer de piel.
Básicamente, por esos motivos es importante usar protectores solares.
¿Qué son los protectores solares?
Los protectores solares o fotoprotectores son todos aquellos productos (cremas, leches, aceites, geles), que se aplican sobre la piel con el fin de protegerla de los efectos perjudiciales de las radiaciones UV-A y UV-B. Para ello contienen unas sustancias denominadas filtros que son capaces de frenar la acción de estos rayos solares.
Existen dos tipos de filtros en el mercado: los filtros minerales o también llamados filtros físicos, y los filtros orgánicos o también llamados filtros químicos.
Los filtros minerales o físicos más habituales son los óxidos de titanio y de zinc. Estos compuestos tienen la propiedad de que son fluorescentes, es decir, capaces de absorber radiación UV, y emitirla de nuevo con menor energía, cayendo ya en el visible. Es decir, transforman radiación energética y peligrosa en radiación poco energética e inocua. Es como ponernos un escudo que impida a la radiación llegar a nuestra piel.
Por otro lado, tenemos los filtros orgánicos o químicos, moléculas orgánicas (basadas en el carbono) que conforman grupos cromóforos, formados por enlaces múltiples y capaces igualmente de absorber la radiación UV y transformarla, en este caso, en radiación térmica, inocua para la piel. Su mecanismo de acción requiere que primero absorban luz visible para “activarse”, por lo que es recomendable su aplicación con unos 30 min de antelación. Además, estos suelen ir acompañados en su formulación por fotoestabilizadores, para impedir que se degraden y acaben penetrando en la piel.
Tanto en filtros físicos como químicos existe una “gama” orientada a pieles sensibles o infantiles. Por ejemplo, en los físicos encontramos algunos hechos de caolín, mica o talco, que no solo retienen la radiación ultravioleta, sino también la visible o la infrarroja que el sol nos manda, actúan totalmente como una pantalla. Estas evitan incluso el bronceado.
En cuanto a los filtros químicos, se utilizan también moléculas mucho más estables a la luz que aseguran que no penetrarán en la piel, y suelen ser también de amplio espectro.
¿Y cómo puede saber un consumidor si debe elegir un filtro físico o uno químico?
Partiendo de la base de que todos los cosméticos fotoprotectores del mercado son seguros e igual de seguros todos ellos, uno debe pensar cuál es mejor para su tipo de piel y en qué ambiente vamos a usarlo. Obviamente si eso se desconoce, se debe consultar con experto dermatólogo.
A priori no hay diferencias en cuanto a la eficacia de los filtros físicos o químicos, son igual de eficaces. Y la elección vendrá determinada más por como se adapten a nuestro tipo de piel, que aditivos llevan, factores estéticos por si se busca uno más transparente o menos denso, y por supuesto que Factor de Protección necesitamos.
¿Qué es el Factor de Protección? ¿Cómo se mide?
El Factor de Protección de Solar es la medida del grado de protección de un producto, y lo podemos encontrar siempre en el propio envase.
Ese número (10, 20, 30, 50…) indica el número de veces que el fotoprotector aumenta la capacidad de defensa natural de la piel frente al enrojecimiento. Es decir, un Factor de 30 implica que el tiempo que tardaría tu piel en sufrir una lesión sin protección se multiplicaría por 30. Tardaría 30 veces más de tiempo en quemarte la piel.
¿Y qué hay de los días nublados? ¿Es necesario ponerse crema?
La respuesta es sí. En realidad, sólo las nubes tipo cúmulos de gran desarrollo vertical, es decir, nubles muy blancas y densas, de esas que parecen como algodón, son capaces de atenuar esa radiación. El resto de las formaciones, no las atenúan.
Además, el vidrio de una ventana puede atenuar hasta un 96% las radiaciones UV-B, pero sólo un 15% las UV-A. O las lunas de los coches, que reducen hasta un 90% los rayos UV-B, pero solo un 30% los UV-A.
Lo ideal es protegerse del sol a diario si se va a estar expuesto, y es cierto que el mercado ofrece protectores solares compatibles con cualquier tipo de actividad: resistentes al agua, al sudor, maquillajes con protector…
En programas anteriores hablamos sobre vitaminas, ¿es cierto que contribuyen a protegernos de esta radiación?
Sí, y no. Determinadas vitaminas, como la vitamina C (ácido ascórbico), la vitamina A (retinol), los betacarotenos (antioxidante precursor de la vitamina A), la vitamina E (gamma tocoferol) que son potentes antioxidantes, son capaces de neutralizar a los radicales libres formados por la radiación ultravioleta, y por ello suelen añadirse a las cremas solares.
Pero su utilidad reside en que se formen previamente estos radicales libres, y es un punto al que idealmente no deberíamos llegar.
Pedro Juan Llabres, doctor en química por la Universitat de València; autor del blog ‘huele a quimica’
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