Estos días me he fijado en los coches. ¡Cómo han cambiado! En los años 70 se llevaban el Dyanne 6 o el Renault 4 lleno de pegatinas, en plan jipi, los más horteras con un águila en el capó del Simca 1000. Ahora se llevan tipo ranchera, sin cola, y si tiene cola con alerones. Tienen un aire como japonés y algunos van de todo terreno aunque no hayan pisado nunca el campo; en general suelen parecer para familias numerosas, muy paradójico en esta sociedad de hijos únicos, porque cuando sí había familias numerosas, íbamos todos en el Seat 600.
Como ahora las películas americanas han puesto de moda esas siniestras furgonetas negras con los cristales también negros, en plan llevar dentro agentes de la CIA o narcotraficantes, le ha faltado tiempo a la gente para tintar los cristales, a ver si así parecen deportivos y misteriosos. Con los cristales negros vas detrás y no ves nada, el conductor ve menos aún por el retrovisor, y como la ley no permite oscurecer los cristales delanteros, digo yo que para hacernos fotos desde el helicóptero, el coche queda, sencillamente, feo, como llevar una manga corta y la otra larga. Si además el propio coche es negro, te torras de calor. En general, si se fijan, buena parte de la estética de los coches nuevos pretende amedrentar, impresionar, acongojar, parecer matón, malo, duro; vamos, ser un macarra. ¿Qué fue de la elegancia?
Pensándolo bien, más allá de la estética, siempre discutible, del automóvil, lo cierto es que esa máquina, no sé si de desplazarse o de dar problemas, literalmente nos asfixia con sus gases, nos roba el espacio en las ciudades, nos arruina con sus plazos, sus seguros, multas, revisiones y reparaciones, nos molesta con su ruido, nos deja tirados al sol a las tres de la tarde en mitad de la nada y nos puede asesinar en cualquier curva o cruce. Aún así, despierta amores que ya querríamos los humanos, hasta de punto de haberse convertido en la verdadera vaca sagrada de nuestros tiempos.
Un último detalle, harto inquietante: todos los coches nuevos, pero todos, no me digan por qué, son de color rojo cereza. Es muy preocupante y no descarto que se trate una invasión extraterrestre. Por si acaso, seguiré investigando y les mantendré informados.
Francisco González, sociólogo
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