Las blasfemias de Willy
Les supongo más que informados del caso del actor detenido por no ir a declarar acusado de un supuesto delito de ofensa a los sentimientos religiosos, que es como se llaman ahora los delitos de blasfemia de toda la vida en este país santurrón.
La ofensa contra los sentimientos religiosos vendría a ser algo así como la ofensa contra los sentimientos científicos, aunque, pensándolo bien, ésto último casi tendría más sentido, o eso cabe pensar cuando vemos que se organizan carísimas campañas propagandísticas internacionales para negar, por ejemplo, el cambio climático o los efectos del tabaco, del azúcar o de la contaminación con la mayor impunidad. Incluso hay un movimiento social que defiende que la Tierra es plana. De hecho, de eso va toda la política de Trump: de negar una y otra vez la evidencia científica, y a base de mentir ha llegado a presidente de la mayor superpotencia, sin tan siquiera haber tenido que falsificar un máster. Por cierto, recordemos que para mucha gente Dios es un ser puramente imaginario.
El actor de la lengua larga ha pasado una noche en el calabozo, que para un caso así es mucho, muchísimo, una eternidad. Desde luego, infinitamente más que los miles de sacerdotes confesos de pederastia que no han visto una prisión más que de lejos. Valga también este chusco esperpento para reflexionar sobre nuestros prejuicios sobre otras religiones, a las que consideramos fanáticas e intolerantes. ¿Qué Estados civilizados y democráticos tienen jueces que ordenen detener por algo así? Bueno, tal vez Polonia.
Respetar a los demás es de gente bien educada, pero detener a quien, en el ejercicio de su libertad de expresión, es desafortunado, molesta o incomoda resulta de Inquisición medieval. A fin de cuentas, son expresiones que todos soltamos cuando nos martilleamos un dedo, recibimos la factura de la luz o, como yo, acabamos de volver de vacaciones.
Francisco González, sociólogo
Escucha PODCAST del artículo de Pensándolo bien