La jungla digital
Con las nuevas tecnologías de la información nos prometían el mundo en un click, y más bien sufrimos hoy que cualquier cosa está detrás de muchos, muchos clicks. Supongo que a Uds. también les pasa algo parecido: tener colgada al lado del ordenador una larga lista con todas las claves y contraseñas necesarias para navegar, en mi caso por la página de la UIB como profesor, en la de la UNED como profe y como alumno, por aquello de los cursos; además, claro está, del correo electrónico, de las claves de la web del banco, de las tarjetas bancarias, de las redes sociales, para opinar en los periódicos, para usar ciertas aplicaciones, para acceder a nuestros archivos en la «nube» o a las webs de las compañías de teléfono y luz, y hasta una clave para acceder a nuestro propio ordenador. Asimismo, hay que manejarse en la Administración pública digital con clave pin, con clave permanente, con certificado digital, DNI electrónico, formularios online y mil sortilegios más.
Aunque algunas claves se pueden programar automáticamente, otras hay que meterlas a mano sí o sí, e incluso con las que se pueden programar nos obligan, en plan puñetero, a cambiarlas cada cierto tiempo. Y cuando nos piden que introduzcamos primero la clave antigua no nos acordamos, y en la pantalla aparece como una serie de puntos ilegibles.
Si decides limitarte a tener dos o tres contraseñas memorizables y utilizarlas en todos los sitios, el citado cambio periódico te lo impide, y a veces los pequeños cambios no son aceptados. Además, en cada casa cocinan a su manera y en una tiene que tener con alguna mayúscula, en otra varias cifra, en otra algún símbolo raro y en muchas una combinación de todo ello.
La era predigital, pensándolo bien, no era tan mala. Añoraremos lo fácil que era llamar por teléfono, y lo agradable que resultaba visitar una oficina donde un humano se preocupaba por ti y te resolvía tu problema. No es cuestión de tecnofobia, o al menos no totalmente, es sólo que las prometidas autopistas de la información son a veces, más bien, la jungla digital.
Francisco González, sociólogo