Como creo que saben, esta semana he estado liado echando una mano a la gente de Stop Desahucios Mallorca, quienes lograron evitar que desalojaran a una familia de quince miembros, la mitad con discapacidades severas, y de los cuales en esa semana quedaron catorce. Mucha gente me ha felicitado, pero la verdad es que poco mérito tengo: me limité a ayudar unos días. Los verdaderos héroes de estas historias son los de Stop Desahucios, con los que tuve el honor de compartir esos días de incertidumbre, y destaco muy especialmente los nombres de Alma Vives, Joan Segura y Carmen Barranco. No les contaré, para ahorrarnos el morbo gratuito, la vida de la famosa familia, sino la de los activistas. Si alguien piensa que son un poderosa organización financiada por importantes filántropos o instituciones, olvídenlo. Como en tantas ONG, se trata de voluntarios que aportan sus propios recursos y su tiempo altruistamente, que por todo equipo tienen un móvil tan viejo que ni siquiera hace fotos, un portátil y un utilitario que pierde aceite. Recorren incansables la isla en busca de injusticias sangrantes y dolores ajenos, cansados tras el trabajo, a veces teniendo que llevar a sus propios hijos por no tener con quien dejarlos, y oyendo con frecuencia descalificaciones e insultos de políticos, bancos y otros energúmenos. Gente que a veces descuida su propia vida por la de los demás, que hacen sacrificios y que nunca obtendrán por ello dinero ni reconocimiento. El bueno de Joan hasta se ha puesto a estudiar Derecho, que no sé yo cuando va a dormir este hombre.
La pregunta es hoy la misma que los filósofos se hacen desde hace siglos: ¿de dónde nace el altruismo, la solidaridad, la bondad y el amor? ¿Por qué en unos humanos se manifiesta y en otros no? ¿Qué hace que unas personas entiendan que si sufren los demás sufrimos todos, mientras otras sólo piensan en su propio placer y beneficio? ¿Por qué tanta gente que se dice humanitaria, o cristiana, o solidaria, o compasiva, jamás ejerce de ello? Y, pensándolo bien, la duda última es ¿cómo somos, de verdad, cada uno de nosotros? Y… ¿por qué?
Francisco González, sociólogo
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