En Mallorca nos pasa de todo. La Guardia Civil ha detenido a unos delincuentes que entraron en una casa y serraron un cuerno de rinoceronte negro, valorado en unos 200.000 euros en el mercado negro. En su lugar pegaron un asta de resina, ni siquiera un cuerno de verdad, y para más cutrez pegado con cola, en plan los cambiazos que daba Mortadelo. Fue precisamente el olor a pegamento lo que levantó las sospechas.
La policía tuvo que moverse ligera porque el cuerno saldría con toda probabilidad hacia Asia, donde se pagan a precio de oro. Tiene su lógica: a veces decimos que algo es más caro que un cuerno de unicornio, y realmente el rinoceronte es un unicornio. La naturaleza ya nos da los sueños hechos antes de que los pobres humanos inventemos leyendas.
Sospecho que los cornudos (perdonen que les llame así, pero es que roban cuernos) pasarán largos ratos divertidos explicando en la cárcel en qué consistió su fechoría. Más allá de las bromas, la historia tiene tufo a cuerno quemado. Nos recuerda bien a las claras que aún, en el siglo XXI, hay idiotas que creen que un cuerno viejo, que en el caso del rinoceronte está hecho de pelo y no de queratina, pueda tener efectos medicinales. Y no son idiotas cualquieras, sino con mucho dinero, visto a cómo se pasa el gramo de pelo prensado. Apenas quedan animales libres, los mamíferos salvajes son ya sólo un 6% del total, compuesto mayoritariamente por los humanos y su ganado.
Por el valor de esos cuernos en el mercado negro se está exterminando tan bello animal a manos de cazadores furtivos. El supuesto efecto milagroso de ese pelo nasal del rinoceronte, según los crédulos, radicaría, ya lo han adivinado, en su supuesto efecto afrodisíaco. Pensándolo bien, me parece que para conseguir el deseado efecto erótico esa gentuza podría y debería usar el cuerno de una manera muy distinta. Sí, lo han adivinado también.
Francisco González, sociólogo
Escucha PODCAST del artículo de opinión Pensándolo bien de esta semana