Pensándolo bien/ Doblaje en el cine

Francisco González

Esta semana ha fallecido el gran actor de doblaje Pepe Mediavilla, quien ponía voz, entre otros, a Morgan Freeman, al mago Gandalf –el El Señor de los Anillos– o a Spock –el de Star Trek–. Le hemos escuchado en películas como Psicosis, La Guerra de las Galaxias, Doce del Patíbulo, La Milla Verde o La Caza del Octubre Rojo, por citar sólo algunas de las más conocidas.
Valga la despedida a este gran profesional para adentrarnos en el siempre polémico tema del doblaje cinematográfico, que es como lo de la cebolla en la tortilla. Desde que el cine no es mudo, para unos es una abominación sustituir las voces de los actores originales porque la película pierde autenticidad y matices y los labios no cuadran con las palabras. Para otros lo que es un rollo es no entender ni papa y tener que andar leyendo cartelitos, que mientras los lees te pierdes la mitad de la acción. Los primeros llaman a los segundos paletos, y los segundos llaman pijos intelectualoides a los primeros.
Seré salomónico: pensándolo bien, ambos tiene razón en sus críticas. En mi caso concreto, en principio prefiero la versión original subtitulada, por aquello de la integridad de la obra; pero tengo que reconocer que yo soy uno de esos intelectualoides de los que hablaba, de los que tuvimos la suerte de poder estudiar, aprender idiomas y aprender a leer cartelitos rápido, que no es cuestión de talento ni finura, sino de oportunidades. La mayoría de las personas bastante tuvieron con buscarse la vida y trabajar duro, y cuando van a ver una peli comercial no tienen muchas ganas de sesudas experiencias lingüísticas y sólo desean pasarlo bien, ver escenas divertidas y emocionantes y evadirse de esta vida por un rato. Empate, por tanto.
Afortunadamente, la tecnología ha venido en nuestra ayuda porque hoy en casi todos los dispositivos de comunicación podemos elegir versión doblada u original, y a su vez si queremos la cinta subtitulada en español, en lengua original y a veces en catalán, gallego u otras lenguas.
Resumiendo: que viva el empate, que cada cual vea las películas como más le guste y sobre todo que viva el cine, esa gran fábrica de sueños.

Francisco González Paredes, sociólogo

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