Por fin se hace evidente para la mayoría de la población mallorquina lo que muchos llevamos años avisando: Mallorca, al igual que Ibiza, ha llegado a su nivel de saturación. Como mucha gente ha ganado mucho dinero con el crecimiento perpetuo del turismo, no se ha visto o no se ha querido ver; pero cuando nos empieza a afectar, qué rápido protestamos.
En Estados Unidos hay un coche por cada dos personas, en Europa, uno cada tres, en Mallorca, casi uno por persona. No es de extrañar, por tanto, que se hable estos días de la saturación de las carreteras, de los atascos casi perpetuos en la vía de cintura, de los retrasos para llegar al trabajo o coger un avión, de los problemas de las ambulancias para llevar heridos y enfermos a los hospitales… Podríamos añadir otros inconvenientes que a todos nos suenan, como que te dé una diarrea en mitad del atasco.
Pensándolo bien, es una dinámica a la vez un poco diabólica y un poco tonta. La mayoría de la gente apoya con entusiasmo el incremento de las urbanizaciones, de las plazas hoteleras, puertos deportivos, alquiler vacacional y, ya lo ven, más autopistas, más y mas vías de cintura. Pero las nuevas vías descongestionan durante poco tiempo, atraen a más conductores y el ciclo se repite, pero con el entorno cada vez más saturado y contaminado. Lo de la gallina de los huevos de oro, ya saben.
Mucho me temo que tendremos que parar esto. Las islas no son chicle, no estiran, y llega un momento en que ganancias y confort dejan de ser compatibles. Querer acabar con la congestión a base de más cemento no sólo es inútil, es estúpido. ¡Cómo nos cuesta bajarnos del coche, esa vaca sagrada de Occidente!
Ya verán como a alguno de los que no se quieren apear se le ocurren soluciones alternativas, como trabajar con el portátil en los atascos, llevar un quirófano en la ambulancia y operar en marcha o, mejor aún, instalar un retrete en el vehículo. Para desatascar, ya saben.
Francisco González, sociólogo
Escucha PODCAST de Pensándolo bien, la reflexión de Francisco González en IB Magazine