Todo sucedió cuando Ana, la protagonista del espacio de misterio en IB Magazine, contaba con tan solo 5 años de edad. Hoy Ana, es una mujer adulta, felizmente casada y con un niño de tres años. No es fácil para ella recordar el suceso que marcaría para siempre un antes y un después en su infancia. Un suceso que, le pone la carne de gallina a cualquiera que se preste a escuchar lo que a continuación relatamos.
Ana era la pequeña de sus hermanas y el capricho de todos al ser la más reciente en la familia. Pero un día, de forma repentina, empezó a encontrarse mal. La llevaron de inmediato al antiguo hospital Son Dureta y el diagnóstico fue neumonía. Una neumonía en una niña de cinco años podía tener unas consecuencias drásticas por lo que Ana fue hospitalizada y aislada. Pasaron varios días y afortunadamente Ana fue recuperándose hasta que le dieron el alta médica con los pertinentes tratamientos y cuidados para evitar una recaída. La familia de Ana pudo reanudar la mudanza en la que estaban inmersos desde hacía unos días y todo parecía transcurrir de forma normal y con entusiasmo por ir a la nueva casa. Pero lo que nuestra protagonista, no sabía es que algo iba a suceder. Algo que le cambiaría la forma de ver la vida con tan solo cinco años. Todo empezó una noche mientras se encontraba durmiendo en su nueva habitación. Tenía la necesidad de hacer un “pipí” , se levantó y se dirigió al cuarto de baño que se situaba al final de un interminable pasillo. Entró y se sentó en el inodoro dejando la puerta abierta. De repente algo rompió el silencio de la noche. Ana empezó a oír de lejos algo que le extrañó haciendo que prestara mucha atención a ese sonido. Sonaba como que “algo se estaba arrastrando” con pausas entre sí, cuenta Ana. La niña de cinco años, al cabo de unos segundos pudo intuir que lo que estaba oyendo eran los pasos cansinos y lentos de alguien que se aproximaba al baño, al lugar donde ella estaba expectante con los ojos como platos porque el sonido cada vez era más fuerte y dedujo que tarde o temprano, lo que fuera que producía ese ruido no tardaría en aparecer por delante de ella atravesando la puerta que había dejado abierta. Unos segundos después y como la niña había pensado, empezó a ver a alguien que poco a poco se le iba a poner delante. Era una mujer. Cabello rubio, mojado, en camisón y completamente empapada como si hubiese salido de un lugar lleno de agua. Esa mujer cuyo cabello ocultaba el rostro y los ojos, empezó lentamente a girarse hasta quedarse frente a Ana, completamente paralizada por el miedo. Era incapaz de articular palabra. La mujer abrió los ojos y Ana pudo verle el rostro en un momento dado. Ana cuenta que se fijó en su boca. Tenía algo así como una bola dentro de la boca que giraba y giraba muy rápido dentro de la cavidad bucal. Describió que la mujer estaba completamente amoratada y demacrada, como si fuese una difunta por ahogamiento. Ana se fijó en sus ojos y en un momento dado, observó que la mujer, aquella muerta que tenía delante de ella iba a escupir o a decirle algo. Un tremendo grito fue el que despertaría a toda su familia. Cuando Ana gritó, el ente se giró lentamente y desapareció.
Ana contó a sus padres y hermanas todo cuanto había acontecido con pelos y señales. Sus padres le dijeron que estaría soñando y que no se trataba más que de una pesadilla. ¿Una pesadilla? Lo que Ana no sabía es que, a pesar de evitar todas las noches ir al baño por miedo a lo que le sucedió y a pesar de dormir en la cama con sus padres e ir al baño en “suite” del dormitorio de sus padres, cuando Ana volvió a su dormitorio y decidió ir al baño una noche…, “la visitante”, esa espectral imagen que la aterrorizó aquella noche, volvería a hacerlo una y otra vez durante semanas, meses y años. Los padres de Ana la llevaron al médico y éste le diagnosticó “terrores nocturnos” ¿Durante años…? Además, ¿qué terrores nocturnos provocan que la víctima en cuestión tenga pavor a dormirse? Tanto era el pánico que antes de dormirse Ana iba al baño para no tener que levantarse de madrugada y aun así estando despierta, volvía a sucederle lo mismo, hasta en ocasiones nos contó, que no venía “la muerta”, sino un señor alto, con sombrero y con un aspecto no tan “tenebroso” como ella. Afortunadamente hoy en día Ana vive con su marido y su hijo en otra casa y nunca más, después de los años de angustia vividos en la otra, ha vuelto a tener ese tipo de “apariciones”.
David Fernández, experto en ciencia evolución y misterio
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