Son pocos los días del año en los que la temperatura durante la noche sea la idónea para dormir. En verano podemos pasarnos horas dando vueltas sobre el colchón como si intentásemos buscar el punto más fresco de la cama. Si además compartimos cama, podemos tener casi por garantizado que no nos pondremos de acuerdo con la otra persona sobre las características perfectas: siempre sobre si hay que dejar ventanas abiertas, poner el aire acondicionado, dejar en marcha el ventilador…
Recuerde que una temperatura inadecuada altera el sueño. Así lo demostró una investigación llevada a cabo por el Centro de Investigación de la Universidad Tohoku Fukushi en Japón, que concluyó que «el entorno térmico es uno de los factores más importantes que pueden afectar el sueño». Tanto los grados de más como los de menos pueden aumentar la vigilia y disminuir el tiempo de las distintas fases del sueño.
En una habitación incómodamente caliente o fría es más fácil que nos despertemos. Pero, ¿cuál es la temperatura perfecta para dormir?
La temperatura de la habitación importa, pero también la del cuerpo
La respuesta a esta pregunta parece bailar algunos grados en el termómetro. Algunos expertos abogan por temperaturas más frescas. Es el caso del doctor Michael Breus, psicólogo especialista en problemas de sueño, que sostiene en su libro que la habitación debe estar entre 15 y 18 grados para un correcto descanso. Otros, aseguran que la recomendación general establece como correcta una orquilla entre los 18 y los 22 grados.
Eduard Estivill, director de la Clínica del Sueño de Barcelona, asegura que «hay bastante consenso en la comunidad médica en considerar adecuados los 22 grados de media». La realidad es que aunque intentemos llevar nuestro dormitorio a esa cota de perfección, la temperatura ambiente no es el único factor que influye en que tengamos un buen descanso.
Nuestro cuerpo también cumple un papel importante. «La temperatura corporal sigue un ritmo circadiano, esto significa que alrededor de las 23 horas nuestra temperatura externa sube medio grado y se queda así durante la noche. Sobre las siete y ocho de la mañana baja para que podamos mantenernos despiertos», detalla el doctor Eduard Estivill. Nuestra piel debe estar «alrededor de los 36,7 grados» para que durmamos bien.
Las mujeres pierden calor en las extremidades
La sensación térmica también puede cambiar en función de nuestro sexo. «Las mujeres pierden más calor que los hombres por factores como las hormonas, el menor tamaño corporal y por tener una tasa metabólica más baja», asegura Óscar Sans, miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES) y director médico de AdSalutem Institute Sleep Medicine.
Las mujeres, sin embargo, conservan mejor la temperatura corporal central. Es decir, la del interior del cuerpo. Sans aclara que «la causa de esta diferencia fisiológica podría deberse a razones reproductivas, para mantener mejor el calor de un feto en desarrollo. De esta manera, cuando la sensación del ambiente desciende, el sistema circulatorio de una mujer desvía la sangre de su piel y las extremidades hacia el núcleo interno, dejando las extremidades más frías».
Por si fuera poco, la menopausia también afecta. «Por todo lo que suponen los cambios en la temperatura corporal y el ciclo circadiano de la temperatura», continúa el doctor Sans, «aparecen los sofocos, que hacen que ellas puedan tener más dificultad para poder dormir»