En la memoria del ayer quedan los petits ateliers que vestían a las damas más distinguidas de Mallorca. No había evento en el cual no encontráramos prendas firmadas por Karol Dengra, Mariví Ros o el gran maestro Julián Alemany, entre otros. Estos virtuosos de la aguja, confeccionaban piezas trabajadas cuidadosamente hasta el mínimo detalle, como reflejo del buen hacer de la alta costura mallorquina. A demanda del cliente, reflejaban las tendencias que venían de fuera entremezclándolas con los códigos de vestimenta establecidos por la flor y nata de la sociedad, creando una moda más tranquila y llevable. En esta edición de Mod@ On hacemos un balance de la evolución de la moda en Mallorca en las últimas décadas.
Con la década de los 90, no solo llegó la era de las supermodelos como Claudia Schiffer, que se convirtió en una presencia esperada cada verano en la isla. Perteneciente al clan de Linda Evangelista, alardeaban del <<nosotras no nos despertamos por menos de 10.000 dólares al día>>, máxima que reflejaba el buen momento que estaba viviendo la moda a nivel internacional. Una década para el exceso, para el consumismo desenfrenado que llevó a la aparición de una nueva generación de diseñadores locales que se alejaban de la imagen tradicional del modista. Durante estos años, un nutrido grupo de diseñadores empezaban sus andadas creando firma propia. En 1990, Magi Cerdá e Inés Colom fundaban la marca Magines. También harían lo mismo en estos años Tolo Crespí, Xisco Caimari, Tania del Viejo y Joana María Borrás. Todos ellos formados en diferentes instituciones como la Escuela de Artes y Técnicas de moda de Barcelona, la Escuela Balear de Diseño de Palma o la escuela de Margarita Morella, como es el caso de Miguel Ángel Company, que estudió sistemas de patronaje de corte y confección entre 1991 y 1994 y, posteriormente en el taller de la diseñadora Mar Sobrón entre 1995 y 1996, año en el que tomó las riendas del negocio familiar.
La formación se había convertido en un pilar básico para entrar de lleno en el concepto de diseño, proporcionando para el nuevo milenio profesionales creativos al más alto nivel que cambiarían los métodos de producción de la isla de la mano del Prêt-à-porter.
Con el nuevo milenio llegó la internacionalización de la moda mallorquina gracias a la intervención del Institut Balear de Desenvolupament Industrial (IDI). A través de estilos eclécticos, modelando diferentes influencias y en ramos de actividad tan diversos como calzado, indumentaria, joyería y bisutería, los creadores locales presentaron sus señas de identidad en un mercado internacional cada vez con mayor intensidad. Fue un plan de promoción sumamente ambicioso a través del cual se pretendía posicionar tanto nacional como internacionalmente a los creadores de la isla, a la vez que potenciar su desarrollo profesional. Un considerable número de diseñadores exhibieron sus propuestas en las más afamadas ferias y pasarelas, lo que supuso un gran salto de calidad.
De manera grupal o en solitario, las colecciones mallorquinas recorrieron el mundo a lo largo de diferentes pasarelas como: la Pasarela Cibeles de Madrid, Novia España y Gaudí de Barcelona, el Salón Prêt-à-porter de París, la International Fashion Boutique Show de Nueva York, la International Fashion Fair de Tokio e incluso se llevaron a cabo misiones comerciales en Shangai y Pekín. Lo que hace apenas 30 años eran talleres de modistas y fábricas de calzado con infraestructuras artesanales, basadas esencialmente en la herencia familiar, se habían convertido en una industria reconocida que exportaban sus productos a una clientela de carácter internacional.
La moda local se había hecho visible fuera de nuestras fronteras y con Miguel Adrover llegó la consagración. De diseñador autodidacta a promesa del diseño. Con el apoyo de Sebastià Pons, en pocos años se convirtió en uno de los diseñadores españoles más destacados de la escena vanguardista neoyorkina. El 2000 fue su año. Recibió ayuda financiera del Pegasus Apparel Group para producir su línea, la CFDA (Council of Fashion Designers of America) le otorgó el premio Perry Ellis (lo que vendría a ser el Óscar de la Moda) al mejor diseñador novel, fue nominado al mejor diseñador vanguardista en los premios Vogue Fashion y la propia revista Vogue le financió la colección “Midtown”. Esta colección fue alabada por Anna Wintour redactora jefe de la revista Vogue USA y Cathy Horn, periodista de moda del The New York Times. Tal fue el revuelo que ocasionó que incluso la revista Vogue tuvo que pagar a Adrover 12.000 dólares después de que las muestras de las prendas de la colección fueran robadas en las propias oficinas de la revista. Su gran creatividad le aupó a los altares del fashionismo y hasta la fecha, ha sido el diseñador más internacional de nuestro tiempo. Aunque eso sí, otros también copaban las críticas.
Mientras Carmen March y Alberto Tous debutaban con éxito en la Pasarela Gaudí y en la Pasarela Cibeles de Madrid, José Miró lanzaba su propia firma con sede en Palma en 2001 después de trabajar en París para Thierry Mugler y en Madrid para Agatha Ruiz de la Prada. Además, un icono de la moda internacional, Sybilla, se refugiaba en Mallorca creando un centro de estudios dedicado a la sostenibilidad y a la transformación social.
Pero a partir de los atentados en New York, todo fue en declive. Al caer Adrover con su colección “Meateast”, una propuesta centrada en la cultura islámica demasiado cerca de los atentados de las Torres Gemelas, los términos se confundieron y se empezaron a ver similitudes y vínculos entre la colección y un posicionamiento a favor del terrorismo. La escala de infortunios se disparó. Todo un cúmulo de circunstancias que se vieron agravadas por la crisis económica que acabó con las ayudas institucionales del IDI y de la Càmara de Comerç. Además, plataformas como Ars Nova que durante muchos años se había convertido en el escaparate de jóvenes diseñadores.
También el concurso Art Jove promovido por el Govern, pronto dejaría de contar con el apoyo institucional. La crisis también supuso la introducción del low cost a gran escala en la isla repercutiendo negativamente en el mundo creativo mallorquín.
Aún así, la nueva década arrancaba con noticias esperanzadoras. La mallorquina Rosa Esteva, creadora de la marca Cortana se convertía en el 2012 en la mejor diseñadora nacional en los premios T de Telva y Miguel Ángel Company y Tania Presa se afianzaban en el mercado nupcial. Además, las Escuelas de diseño de la isla (EDIB y EASDIB) contribuían en su labor formativa para dar paso a una nueva generación de diseñadores. Una nueva generación que ha entrado pisando fuerte, sin prisa pero sin pausa, aportando una gran diversidad de propuestas en el mercado. Propuestas con proyección internacional, como es el caso de Carlos Delgado en París o el estilo mediterráneo de Stefanía Borrás, que con su marca Datura triunfa en Nueva York. Otros han conquistado la 080 de Barcelona. Pablo Erroz y la firma Aubergin de Anna Uimonen y Nevean Holmes se han convertido en habituales de la cita. Son excelentes profesionales que diseñan, producen y comercializan sus creaciones dándoles una seña más cosmopolita como es el caso de Jessica Conzen o una seña marcadamente autóctona como la diseñadora Angi Vallori con su firma Xicoia. La sostenibilidad también tiene cabida de la mano de Margarita Payeras con Suro, su marca de ropa de baño, así como el trío formado por Marta Morey (aprendiz del gran Lluís Corujo), Laura Negre e Irene Clavijo, quienes crean novedosas colecciones a partir de telas recicladas.
Y dando rienda suelta a la creatividad, encontramos a los últimos premiados en diferentes concursos, ya sea en Ibiza (Adlib) con Lorena Sánchez en 2016 y Patricia Perales Richtsteiger en 2018, en la Pasarela Ego de la Madrid Fashion Week donde Ela Fidalgo se alzó con la mejor colección o Pau Aulí en la recuperada edición de Art Jove. Todos ellos reflejan el talento y el gran potencial del diseño mallorquín y sobre todo, junto con el Col·lectiu de Dissenyadors i Productors de Moda de Mallorca creado el año pasado (que aglutina a más de una trentena de creadores, fabricantes y empresas complementarias de la moda), demuestran que en el mundo de la moda hay futuro y mucho.
Carme Coll, experta en moda.
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