En este capítulo de Entre Moléculas en IB Magazine, sección dedicada a la divulgación de la química en nuestro día a día, analizamos la intolerancia a la lactosa, un problema muy común entre las personas, que sufren malestar al ingerir productos lácteos.
Para comenzar con un dato impactante y curioso, aproximadamente el 70% de la población mundial tiene intolerancia a la lactosa, en mayor o menor medida. Parece increíble, ya que quizás tú no conozcas a 7 de cada 10 personas que padezcan esa intolerancia, pero resulta que las primeras mutaciones que permitieron al hombre consumir lactosa fue aquí, en Europa, concretamente en el norte de Europa, donde los pueblos alejados del mar tuvieron que apostar por la ganadería y el consumo de leche para subsistir, creando los primeros “tolerantes” a la lactosa, y por ello en Europa el porcentaje disminuye. Pero en general, la producción de lactasa en la edad adulta no es algo habitual en mamíferos.
¿Y qué es la lactosa?
La lactosa es un tipo de azúcar, como la glucosa, la fructosa o la sacarosa de las que hablamos hace unas semanas, y concretamente es un disacárido (formado por dos moléculas de glucosa y galactosa). Se encuentra presente únicamente en la leche secretada por mamíferos (vacas, cabras, ovejas, humanos…). Y como todos los azúcares, su función principal es la de aportar energía, y por ello es esencial en los primeros años de los mamíferos.
¿Qué provoca el ser intolerante a la lactosa?
La metabolización y asimilación de la lactosa en nuestro organismo se debe a la acción de una enzima: la lactasa. Las enzimas son moléculas que se encargan de llevar a cabo reacciones químicas en nuestro organismo. Ésta, en concreto, secretada en el intestino delgado, se encarga de ‘separar’ la lactosa en la glucosa y la galactosa. Así, ambos monosacáridos se siguen metabolizando por separado.
La intolerancia a la lactosa se debe, por tanto, a la incapacidad de secretar la enzima lactasa en nuestro organismo, impidiendo a la persona metabolizar la lactosa ingerida. La secreción de lactasa es abundante durante los primeros años de vida de los mamíferos, pero desciende a medida que nos hacemos adultos. Por lo tanto, no es extraño que en ciertos individuos pueda detenerse la secreción de la enzima.
Así, en estas personas, la lactosa se acumula en el intestino delgado y pasa a ser fermentada por algunas bacterias que conforman la flora intestinal, produciendo, entre otras sustancias, gases como hidrógeno, metano o dióxido de carbono, responsables de flatulencias, diarreas, cólicos…
¿Es lo mismo ser intolerante que alérgico?
No, no es lo mismo. Una cosa es ser intolerante a la lactosa y otra es ser alérgico a la leche. Las personas que son alérgicas a los productos lácteos no lo son debido a la lactosa, sino a la Proteína de Leche de Vaca (PLV). Su sistema inmune no tolera las proteínas que contiene la leche vacuna y les provoca reacciones alérgicas severas. Que un alimento esté etiquetado como ‘sin lactosa’ no quiere decir que sea apto para personas alérgicas a la leche, solo para los intolerantes a la lactosa.
¿Existen medicamentos capaces de curar la intolerancia?
Hoy en día no existe un medicamento ni un tratamiento médico que ayude a tu cuerpo a secretar lactasa por sí mismo. Aunque no es descartable que en algún momento este proceso pueda volver a producirse de manera espontánea en algunas personas. Mientras tanto, lo que sí existen son suplementos (pastillas, gotas o cápsulas) que contienen una dosis de lactasa.
El modo de uso es tomarlas antes de comer un alimento que lleve lactosa, aportando a nuestro organismo la cantidad de lactasa necesaria para metabolizarla. La duración del efecto es limitada, y la cantidad de lactosa que se pueda consumir también (depende de la persona), pero son de gran ayuda sobre todo a la hora de acudir a algún evento en el que no se sabe muy bien qué lleva y qué no lactosa, o bien para darse algún capricho lácteo de vez en cuando. Igualmente, el consumo de estos suplementos se recomienda que sea esporádico.
¿Cómo se elaboran los alimentos ‘sin lactosa’ que abundan en nuestros supermercados?
El método comúnmente más utilizado en la industria alimentaria para elaborar los famosos productos ‘Sin Lactosa’ (leche, mantequilla, nata, yogures…) es la adición, precisamente, de lactasa. A partir de ahora, fijaos en la etiqueta de estos productos y podréis verla entre sus ingredientes.
En el caso de los yogures o derivados, otro método es el de alargar el proceso de fermentación, de manera que los microorganismos acaben degradando toda o casi toda la lactosa.
Y una cuestión que seguro que nuestros oyentes y lectores se plantean al hacer la compra…¿son más sanos los alimentos ‘sin lactosa’?
Veamos, es una realidad que existe una campaña publicitaria por parte de las marcas alimentarias para promover la venta de productos ‘Sin Lactosa’, ya que son más caros, alegando que son mejores para la salud, en general, y promoviendo la mala visión de la química con el típico eslogan de ‘mejor sin químicos’. De esta manera, hacen creer que la lactosa puede resultar perjudicial no solo para los intolerantes, sino para el resto de las personas.
Y eso es FALSO. Tomar leche sin lactosa no produce ningún beneficio para la salud frente a tomar leche con lactosa. Al contrario, la ingesta de lactosa sí tiene beneficios:
- La lactosa, como azúcar que es, proporciona energía al organismo, además de tener uno de los Índices Glucémicos más bajos entre los azúcares.
- La lactosa puede ser beneficiosa incluso en personas intolerantes, favoreciendo aún más la absorción de calcio.
- Dejar de consumir lactosa puede provocar, a largo plazo, que el organismo deje de secretar lactasa, generando un problema de intolerancia innecesario.
La leche sin lactosa debe tomarse si se es intolerante, o sencillamente porque guste más su sabor, textura, etc…pero nunca porque se crea que es más beneficiosa para la salud.
Pedro Juan Llabrés, doctor en química por la Universitat de València, autor del blog ‘huele a química’.
Escucha PODCAST de la sección Entre Moléculas de IB Magazine