Las terapias alternativas han ido cogiendo protagonismo en nuestra sociedad. Terapias conocidas como el reiki, la quiropraxis o la acupuntura, y otras quizá menos como el biomagnetismo, la ozonoterapia o la terapia ortomolecular, que prometen buenos resultados de una forma fácil, rápida y efectiva.
¿Son de fiar estas terapias?
Lo cierto es que desde el punto de vista científico estas y muchas otras que se encuentran extendidas por el mundo, no tienen ningún valor terapéutico. Es decir, no se ha demostrado científicamente que el uso de esas terapias contra enfermedades produzca un efecto curativo más allá del efecto placebo, el cual consiste en el aumento del bienestar de un paciente simplemente por el mero de estar siendo tratado.
Son terapias alejadas del método científico, basadas en tradición, nuevas ideologías, y sobre todo una buena dosis de mensajes positivos, ambientes relajantes y promesas esperanzadoras, lo que al parecer atrae a esas personas que piensan que la medicina no transmite nada eso.
Pero hoy vamos a hablar de una en concreto, ¿no es así?
Efectivamente, en breve hablaremos en este espacio de terapias pseudocientíficas en general, pero hoy vengo a hablar de aquella que me parece una de las más peligrosas, tanto por su mensaje, como por lo integrada que se encuentra en nuestro día a día: la Homeopatía.
Si yo saliera a la calle a preguntar a la gente sobre esta pseudociencia, muchas de las respuestas serían que es una terapia natural, que no produce efectos secundarios, que no tienen motivo para desconfiar de ella porque se vende en su farmacia de toda la vida, y que a su amiga le funcionó muy bien.
Todo ello son argumentos que han ido calando y validando el uso de esta y otras terapias pseudocientíficas, y que desde este espacio me veo con la obligación de desmentir.
Empezando por el principio, ¿en qué se basa la homeopatía?
La homeopatía tiene dos principales directrices:
“Lo similar cura a lo similar”
Es decir, si ciertas sustancias producen en el cuerpo unos síntomas concretos, esa misma sustancia podría combatir una enfermedad que presentara los mismos síntomas. Por ejemplo, que la picadura de una abeja produce una erupción cutánea, esa misma se puede curar con el propio veneno de la abeja.
“La dilución incrementa la potencia”
Es decir, se piensa que, diluyendo la sustancia, es decir poniendo una pequeña cantidad en un gran volumen de agua, esto incrementará su potencia.
Concretamente, el proceso de creación de un preparado homeopático consiste en disolver la sustancia en agua, coger una parte, pongamos 1 mL, y trasvasarlo a 99 mL de agua, catalogándola como una dilución 1C. A continuación, coger 1 mL de esta, y trasvasarlo a 99 mL de agua, teniendo una dilución 2C.
De esta forma vamos teniendo cada vez menos cantidad de la sustancia en el agua, ¿verdad? ¡Pues se encuentran preparados homeopático de hasta 30C! ¡Repetir ese proceso hasta 30 veces!
Para hacernos una idea, una dilución homeopática 12C equivaldría a echar una cucharadita de azúcar en todo el volumen del océano Atlántico, ¿alguien espera encontrar si quiera una molécula de azúcar en esa agua?
¿Y estas directrices tiene algún sentido desde el punto de vista de la química?
No. La homeopatía nació a finales del siglo XVIII, y en esa época estos postulados podían tener algún sentido, pero el avance de la ciencia ha hecho que sepamos que para una sustancia tenga un efecto sobre nuestro organismo, hace falta, primero, que introduzcamos dicha sustancia, y segundo, que consumamos la dosis adecuada, muy poca cantidad no producirá ningún efecto, la dosis justa producirá el efecto deseado, una dosis elevada podría resultar tóxica.
Y estos principios básicos de la química se los salta por completo la homeopatía. Ellos, ante la evidencia de que no están introduciendo ningún principio activo en las personas (eso es innegable) apelan a que el “agua tiene memoria”, y que de alguna forma “recuerda” que estuvo en contacto con el “principio activo” en algún momento. Algo totalmente anticientífico y sin ningún sentido.
Es curioso ver como el avance de la ciencia es un logro y motivo de mejoras en nuestra vida, y existen terapias cuyos principios no se renuevan desde hace 200 años.
¿Se confunde la homeopatía con una terapia natural basada en plantas, y por ello se piensa que es buena?
Sin duda, se apela a que es una “terapia natural” para otorgarle beneficios. Y aquí tengo dos cosas a decir: ni la homeopatía se basa siempre en productos naturales, ni los productos naturales son siempre buenos.
Lo cierto es la homeopatía consiste en diluir cualquier compuesto químico, natural o no, hasta el punto de no existir molécula alguna en ese preparado.
Si no existe molécula que pueda ejercer un efecto, tampoco generará efectos secundarios, ¿verdad?
Exactamente, uno de los grandes reclamos de esta pseudociencia es que cura sin generar efectos secundarios en el paciente, a diferencia de la malvada medicina convencional controlada por las farmacéuticas que son las que nos generan las enfermedades para luego vendernos el medicamento…
¿Y entonces por qué piensas que es una de las más peligrosas?
El hecho de que la considere una de las pseudociencias más peligrosas no es por el efecto que hace, o en este caso no hace, es por el mensaje global que transmite.
Si a una persona le dicen que puede curar su cáncer tomando unas pastillas, que no le va a generar efectos secundarios como la terrible quimioterapia, que está hecha a base de productos naturales y que a mucha gente le ha funcionado…¿sería posible que esta persona abandonara la quimioterapia para intentar curarse con este tratamiento? La respuesta es sí y existen casos.
Personas fallecidas por abandonar la medicina, la única que conocemos con pruebas reales y verídicas de tratar enfermedades, para lanzarse a brazos de terapias que solamente prometen y poco pueden demostrar. Ahí se encuentra el verdadero peligro.
Hay quien dirá que es una terapia complementaria a la medicina, que las dos van de la mano, pero yo digo que no deberíamos dejar que se diera ni un solo caso más de persona que abandona la medicina, por lo que la existencia de estas terapias no tiene razón de ser.
Finalmente, ¿cómo ayudarías a nuestros oyentes a distinguir una terapia médica de una que no lo es?
Si ya directamente se la venden como terapia alternativa, complementaria o integrativa, corra.
Si les prometen máximo rendimiento con los mínimos efectos secundarios, corra.
Si les dicen que es una terapia natural o ancestral, corra.
Y cuando llegue a casa después de correr, entre en internet, busque esa terapia, y corrobórelo, e infórmese sobre otras tantas que existen para que no se la cuelen.
Pedro Juan Llabrés, doctor en química por la Universitat de València; autor del blog Huele a Química
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