Estamos rodeados de olores. La química, los productos químicos, huelen, lo que significa que son capaces de llegar hasta nuestras fosas nasales y activar el mecanismo olfativo que nos genera esa sensación, nos da ese sentido del olfato.
Pero nosotros mismos, somos emisores de sustancias que huelen. Y en otras especies esas sustancias tienen una función: sexual, de alarma, orientativa…
Estamos hablando de las feromonas.
¿Qué son y para qué sirven las feromonas?
Las feromonas son unas sustancias, unas moléculas, segregadas por un organismo vivo, con el fin de provocar comportamientos específicos en otros individuos de la misma especie.
Esto se ha estudiado mucho en animales y plantas, que utilizan como medio de comunicación estas moléculas con fines sexuales, de alarma, como señal de tranquilidad, o para otros comunicados.
Por ejemplo, las abejas emiten unas moléculas desde la parte baja del abdomen que indican alerta, alarma ante un peligro.
Las hormigas emiten feromonas para mandar señales de reclutamiento, reconocimiento, territorialidad o alarma.
O incluso ha habido estudios en ratones en las que oler las feromonas de otros machos distintos al que las ha fecundado, producen abortos en ratones hembra.
¿Los humanos también emitimos estas moléculas?
Los humanos segregamos moléculas olfativas en diversas situaciones, sin embargo, no existen un consenso científico para expresar que tengan realmente una función concreta, es decir, que sirvan para comunicar algo a otros humanos. Y mucho menos, no podemos hacerlo de forma voluntaria como otros seres vivos.
El sentido del olfato quizá evolutivamente es uno de los que menos hemos desarrollado en relación con otras especies, ya que nuestra forma de comunicarnos incluye otros muchos aspectos: el habla principalmente, pero también el lenguaje corporal. Por tanto, es un campo poco explorado porque no se destinan muchos recursos económicos.
Además, ¿cómo estudiaríamos esas moléculas que segregamos? Por ejemplo, hay experimentos en los cuales los voluntarios ceden una camiseta que han llevado durante varios días, y los científicos estudian las moléculas presentes en esa camiseta, para encontrar patrones o coincidencias.
Pero eso no nos indicaría exactamente si esas moléculas sirven para comunicarnos, ¿verdad?
Exactamente, haría falta un estudio en tiempo real de las moléculas segregadas bajo ciertos estímulos. Por ejemplo: el miedo, la ansiedad, el amor, la atracción sexual…
Y precisamente, un reciente estudio publicado en la revista Science, explora el uso de una técnica aplicada al análisis atmosférico para este fin. Hablamos de la Transferencia de Protones – Espectrometría de Masa, o PTR-MS por sus siglas en inglés.
Es una técnica que permite el estudio de moléculas volátiles, es decir, que se pueden encontrar en el aire, en tiempo real a medida que son segregadas.
La técnica, en resumidas cuentas, consiste en transferir un protón a esas moléculas volátiles para convertirlas en moléculas cargadas positivamente. Entonces, se ven atraídas por un campo magnético que se genera, y así se puede calcular la masa de esos compuestos, aportándonos información sobre ellos.
¿Y han llegado a alguna conclusión sobre nuestras feromonas?
Por ahora no han llegado a una conclusión definitiva, pero si que lo están explorando mediante estudios bastante curiosos.
Una de las primeras aplicaciones que se le dio a esta técnica, o más bien cuando se dieron cuenta de que podía utilizarse con este fin, fue cuando se analizó la composición química del aire en un campo de fútbol alrededor de los aficionados.
Sin estar presentes, eran capaces de saber cuándo el partido estaba en el descanso por el aumento de los niveles de acetonitrilo, un componente volátil presente en el humo del tabaco, ya que los aficionados aprovechaban para fumar.
No pudo sacar más conclusiones acerca, por ejemplo, del olor de la celebración de un gol local, porque aquel partido resultó en 0-0. Pero le dio la idea se usarlos en otros ambientes.
Por ejemplo, en una sala de cine. Los espectadores de comedias segregan compuestos diferentes a los que están viendo una película de terror. Pudiendo detectar incluso giros inesperados de la película por el cambio de sustancias presentes en la sala.
En este estudio del cine, utilizaron la película ‘Los Juegos del Hambre’ con diferentes grupos de personas. En todos los grupos detectaron que los niveles de dióxido de carbono (CO2) y de isopreno incrementaban significativamente cuando la protagonista luchaba por su vida. Este aumento seguramente se debía al incremento en la velocidad respiratoria debido a la tensión.
¿Podrían extrapolarse esos resultados a que, en situaciones, por ejemplo, de estrés, emitimos unas señales químicas para alertar a otra persona?
Estos estudios que he mencionado no serían realmente indicadores químicos de emociones, ya que no son segregadas directamente por su piel.
En otro estudio se analizó directamente el sudor de las axilas de personas mientras veían distintas películas, para ver directamente qué sustancias segregaban. Ya han conseguido encontrar patrones entre emociones y sentimientos, y algunas moléculas concretas, pero todavía falta investigación en este campo.
Otro estudio curioso fue el que llevaron a cabo con uno soldados, recogiendo su sudor justo antes de saltar en paracaídas, y comparándolo con el propio en situaciones más relajadas.
Realmente me parece un campo muy curioso, y su objetivo yo creo que sería conocer si evolutivamente algunas moléculas podrían tener la función de mostrar nuestros sentimientos y emociones que, por otra parte, ya mostramos mediante el habla o los gestos. Pero sería interesante encontrar una relación.
En algunas superficies comerciales vemos que comercializan perfumes con feromonas o moléculas destinadas a despertar la atracción, ¿funcionan realmente?
Pues, por lo que acabamos de decir, no existe ningún estudio científico que haya catalogado alguna molécula como feromona de ningún tipo, ni por supuesto sexual.
Existen perfumes al cual se les añade androstenediona, que se encuentra en el sudor y el semen masculino, y otros con estratetraenol, hallado en la orina de las mujeres. Presuntamente para provocar un efecto de deseo en el sexo opuesto.
Se han llevado a cabo experimentos con estas sustancias a los que se les pedía a los voluntarios que valoraran el atractivo sexual de una persona del sexo opuesto mientras se le rociaba con estas moléculas, pero las conclusiones no fueron que realmente hubiera un efecto de ningún tipo.
Puede que sí segreguemos ciertas sustancias ante ciertos estímulos con el fin de transmitir información a otras personas, pero quizá el problema sea que hemos perdido o no tenemos la capacidad de detectarlos e interpretarlos porque, como digo, nuestro sistema olfativo es bastante limitado en comparación a otras especies.
Pero investigarlo me parece una muy buena idea porque la ciencia siempre encuentra aplicaciones para todo.
Pedro Juan Llabres, doctor en química por la Universitat de València; autor del blog ‘huele a quimica’
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