Dicen que la vida de una persona se refleja en su rostro y lo que se lee en el de Amparo Oliva (Palma – 1968) son las huellas de las pruebas que el destino ha ido poniendo en su camino, situaciones que la han obligado a “hacer un viaje profundo hacia adentro”, a asimilar por qué en el momento más dulce de su carrera profesional y de su vida personal todo se vino abajo. Ahora transmite vitalidad, energía, positivismo y, sobre todo, ganas de aprender y de seguir avanzando en esta vida, a veces, tan cruel e injusta.
Amparo gestiona una cartera de más de 2.000 clientes al frente de Segur Market. Afirma que fueron “las circunstancias” las que la llevaron al lugar que hoy ocupa. “Yo trabajaba en banca y me gustaba la empresa privada, no tenía realmente una vocación de crear mi propio negocio”. A mediados de los noventa estudiaba Económicas y a la vez trabajaba en SegurCaixa, “allí conocí a Martín, que era comercial, e iniciamos una relación que acabó en boda”. Los cambios emprendidos por “la Caixa” y que culminaron con la desvinculación del área de seguros, les hizo dar el salto para montar su propia empresa. “Me ofrecieron pasar a la red comercial, pero como veía muy fácil convalidar mi título para ser corredor de seguros y Martín se lanzaba a montar su propia agencia, pensamos que lo mejor era apostar por eso”.
Al principio se instalaron en una pequeña oficina ubicada en el Paseo Marítimo que la compraron a Sara Montiel, “era el año 95 y Martín y yo nos casamos en el 96”. Allí empezaron a construir su negocio y su proyecto de futuro, “Martín era un cohete comercial, era muy buena persona, muy bueno en lo suyo y yo tenía un perfil más técnico, así que nos complementábamos muy bien”.
La empresa empezó a despegar, “crecíamos de manera estable, asentando lo que íbamos consiguiendo y con un trato personalizado al cliente”. Nació su primera hija, más tarde llegaría otra, y el volumen de trabajo en ese momento únicamente le permitió coger un mes de baja. Decidieron trasladarse desde el Paseo Marítimo al centro de Palma, incorporaron dos personas más a la plantilla y compraron la cartera de clientes de un matrimonio que se jubilaba.
Todo marchaba sobre ruedas en el plano profesional y personal pero entonces en pleno auge, en noviembre de 2004, Martín tuvo un accidente de moto y falleció. Amparo no puede evitar emocionarse al recordar ese hecho que cambiaría su vida y la obligaría a sacar fuerzas de donde no había para ponerse al frente de la empresa. “Todo vino en un momento en el que el negocio crecía y yo me estaba repensando un poco mi evolución personal. Tenía dos niñas pequeñas y ganas de volver a la universidad, había estudiado Económicas y quería estudiar otra carrera, me había hecho un planteamiento de reducir mi jornada en la empresa y hacer más vida de familia”.
Cuando esto pasó, todos estos proyectos se truncaron, Amparo vivió momentos de indecisión, “el cabeza visible de la empresa, la persona más importante, se nos había ido”. Había que tomar decisiones y lo que ocurrió en ese momento es que Amparo junto con el resto de trabajadores decidieron seguir adelante, “todo el mundo se portó muy bien con nosotros, hubo gente que se ofreció a comprar la empresa, pero obviamente tenían sus propios intereses y las dudas de que nosotros pudiéramos seguir adelante con ello”.
Una vez tomada la decisión, Amparo se dedicó a visitar a los clientes para explicarles la nueva situación, “la gran mayoría confió en el equipo porque lo cierto es que trabajamos los cuatro, codo a codo, somos una familia”.
Pero la vida es una carrera de fondo que te va poniendo a prueba continuamente, así que “tras superar nuestra gran crisis vino la crisis económica, irrumpió la banca como competencia muy potente y la verdad es que han sido años muy duros, que nos han obligado a reconvertirnos explotando nuestra faceta comercial, que no la tenemos innata, y eso ha sido un doble trabajo para nosotros, que hemos tenido que potenciar a base de formación y de cursos, de trabajar duro. Aún nos queda recorrido porque este mercado va muy rápido y en ese proceso estamos. Ahora mismo estoy haciendo un trabajo de redistribución de los puestos de trabajo, incluido el mío, valorando nuevos horizontes y redefiniendo la empresa”.
Cada cierto tiempo necesita un “reseteo” porque como explica “en el momento en el que yo quería plantearme una nueva manera de colaborar con la ofician todo cambió y aquello se me quedó ahí. Incluso he llegado a pensar muchas veces si soy la persona que tiene que liderar este proyecto”.
Sin embargo, Amparo siempre mira hacia adelante, sabe cómo mantener las dudas y el desasosiego bajo control. “Cuando pasó lo de Martín tuve un viaje hacia adentro muy profundo, volví a mi etapa de yoga y meditación anterior, tuve un maestro de la India y empecé con el Tai Chi”. Hoy es profesora de esta disciplina.
Hace tres años, a raíz dela muerte de su padre, tuvo “un momento de bajón muy fuerte. Tuve un momento serio de duda, lo que sucede es que en plena crisis económica y con dos niñas que sacar adelante no puedes dejar un trabajo que te da de comer y lo que hice fue montar junto a mi actual pareja un centro de yoga, Tai Chi y meditación, al que también dedico un montón de energías, y que me ayudó a salir de la situación en la que me encontraba porque me metí de lleno en el proyecto”.
Afirma que, “como buena géminis estoy acostumbrada a vivir y a adaptarme a los contrarios muy bien”, así que de vuelta al mundo de las cosas materiales analiza cuál es el papel de los mediadores de seguros en una sociedad cada vez más globalizada, “nuestro futuro está en que sepamos ofrecer algo más al cliente, en el trato, cómo comunicas las cosas o das un asesoramiento. Hoy en día, con Internet, mucha gente no te necesita para contratar un seguro, lo que le podemos aportar es un trato más personalizado. Por la experiencia personal que he tenido, quiero montarme mi modelo de negocio y creo que hay clientes para todos y puedo encontrar al mío porque nosotros donde somos muy buenos es en mantenerlo. Tenemos clientes que nos acompañan desde hace muchos años, ese es nuestro punto fuerte”.
Tener por encima de los 2.000 pequeños clientes es lo que le ha dado estabilidad en los momentos de crisis. “Lo primero que se llevó la crisis fue a los grandes clientes, si no hubiéramos tenido un montón de pequeños clientes no hubiéramos tenido esta estabilidad de negocio”.
El esfuerzo que durante estos años de dura crisis económica están haciendo los empresarios por mantener sus negocios y los puestos de trabajo no son siempre reconocidos. “Los empresarios hemos sido el sostén de la crisis, y no sé si a nivel político se nos valora lo suficiente porque no hemos tenido grandes ayudas y es que si no hay empresa no hay vida.”. En ese sentido, asegura que pertenecer a una asociación como ASIMA es vital, “nos ayuda a tener identidad, voy a las reuniones y siento que formo parte de un grupo porque muchas veces estamos muy solos, agobiados por muchas cuestiones. Cuando alguien se siente parte de un grupo saca fuerzas de donde no las tiene y las cosas salen y si no te marcas objetivos, las cosas no salen. Es fundamental para tener identidad y mejorar nuestra marca”.
Ante el emprendimiento al que en los últimos años se están viendo abocadas muchas personas que perdieron su trabajo en plena crisis, Amparo aconseja “planificación, porque la ilusión y la actitud son muy bonitas y necesarias, pero también hay que poner las cosas en valor porque fracasar y levantarte de una frustración es complicado, yo todo el tiempo me estoy evaluando, es importante que el que empieza se deje aconsejar”.
En este sentido, quiere reivindicar y “poner en valor la experiencia de la gente mayor. Es cierto que han vivido en otra época, pero tienen mucho que decirnos, sobre todo, por la actitud que tienen más reposada, los años te ayudan a calmar ese ímpetu que se tiene de joven. La crisis ha hecho que mucha gente mayor emprenda. Hay que aceptar las cosas que te vienen de la vida, hay que levantarse aunque cueste. Aprendes, pero, sobre todo, si hablamos de trabajo hay que buscar algo que te guste porque hay que dedicarle muchas horas, ponerle mucha ilusión, mucha actitud positiva, pero acompañada de un conocimiento”.
Amparo es una mujer en constante aprendizaje, “estoy haciendo un curso de medicina tradicional china, más para consumo propio que para hacer de terapeuta, y otro de Shiatsu”. Así que ante la posibilidad de retomar ese retorno a la universidad que quedó truncado en 2004, cuando tuvo que rehacer su vida de nuevo, no descarta nada, “a mí me hubiera gustado estudiar Exactas, y estudié Económicas por incorporarme al mundo laboral, cuando estudiaba ya trabajaba, hacía encuestas, siempre me ha llamado el dinero, fíjate que luego quise darle la espalda. Me hubiera gustado estudiar literatura, me gusta leer, no es que tenga mucho tiempo, pero sí estudiar algo para mí. Nunca es tarde”.
Después de mantenerlo cerrado durante años, Amparo ocupa ahora el despacho que fue de Martín y afirma que cada día, después de salir de la oficina, “me voy a mi casa tranquila porque hemos hecho las cosas lo mejor que hemos podido. Yo veo gente que sin tener nada, viviendo el día a día, son felices, el cielo provee, algo surgirá, ese agobio me lo he intentado trabajar. Nosotros tenemos un proyecto que está más o menos consolidado. Al final, si solo estás pensando en la crisis trabajas con miedo y eso lo reflejas”.