Rosa Villacastín, presenta su libro en ibmagazine

Villacastin

La periodista Rosa Villacastín viaja en el tiempo en su último libro, Los años que amamos locamente (Ed. Plaza & Janés), un título que resume lo que fue la transición en todos los campos de la vida destacando las libertades sociales y sexuales conseguidas hace 40 años.

Alguien dijo: «La vida es más interesante con los recuerdos del pasado, aunque no terminen en el presente». Es lo que pensé al comenzar a escribir, indica Rosa.

Entonces éramos vírgenes en lo político, en lo profesional… y, no digamos ya, en lo sexual. Ello nos obligó a transitar por un camino pedregoso, lleno de trampas e inconvenientes, pero también de sorpresas. Como cuenta Villacastín, en la entrevista mantenida con ib magazine, todo acabó en un cóctel que nos ayudó a configurar nuestra personalidad, sobre todo a las mujeres de esa España en blanco y negro de la que apenas se habla y sin la cual no hubiéramos conseguido echar abajo los prejuicios políticos y religiosos de quienes se obstinaban en mirarnos como ciudadanas de segunda, solo aptas para la reproducción.

¿Rosa, que sacas a la luz en tu nuevo libro?

Para mí ha sido importante sacar a la luz historias de quienes, amparados por el régimen o la Iglesia más conservadora, disfrutaban del sexo sin cortapisas. Como la de aquel prohombre de las finanzas que se hizo instalar en su habitación un ataúd forrado en seda blanca porque «le ponía» hacer el amor en un lugar diferente a lo que se estilaba. Porque el morbo de aquel estrecho cajón de madera le devolvía a sus años de juventud y, quién sabe, si a otros recuerdos escondidos en los pliegues de su memoria. Padre de familia, dividía su tiempo libre entre la legalidad -su mujer y sus hijos- e Ivette, una bella mujer que le ayudaba a hacer realidad algunas de sus fantasías juveniles. O la de aquella aristócrata que todas las noches le ponía un somnífero en el consomé al marido para poder perderse por los tablaos de Madrid con su amante, un gitano moreno de rizo jerezano.

Pero, todo sucedía en una sociedad muy cerrada

Una sociedad católica y apostólica de puertas para fuera que no dudaba en saltarse las reglas establecidas si era eso lo que le pedía el cuerpo. Como aquel político de raza que, habiendo hecho carrera en las entrañas del franquismo, no dudó ni un segundo en ponerse al frente del proyecto que llevaba años diseñando el recién estrenado Rey Juan Carlos, joven pero no inexperto. Cambios que exigía la sociedad en su mayoría, como lograr que las viejas Cortes franquistas se hicieran el harakiri para facilitar el tránsito a la nueva España así como los entresijos hasta conseguir la legalización del PCE. Puede parecer que aquello era como coser y cantar, pero nada más lejos de la realidad. Hubo gente que perdió la vida en el envite; otros sus trabajos o sus púlpitos.

Lo recuerda Cristina Almeida, de familia conservadora y una de las voces más reivindicativas de aquellos años, que narra con la gracia y sinceridad que le caracterizan sus primeros escarceos con la política, pero también amorosos: pérdida de la virginidad y la dificultad para comprar la píldora anticonceptiva, razón por la cual había que recurrir al mercado negro. Quizá a algunas jóvenes les resulte curioso saber que la mañana que mi madre encontró la pastilla, cogió una maleta, la llenó con ropa y, dirigiéndose a la puerta de la calle, me echó de casa. Yo tenía 25 años. La razón del ataque de furia tenía su lógica: si tomaba la píldora era porque me acostaba con alguien: verde y en botella.

En que fué rica la transición, ¿en las revoluciones sociales?.

Creo que sí, hay muchas revoluciones de las que nadie habla y están allí. El desnudo en 1976 de Marisol en la revista Interviú supuso un tsunami y el punto final a la España más ñoña. Si la transición fue rica en experiencias personales y política, también lo fue nuestro cine, tan denostado y hoy de culto para los estudiosos, que nos abrió las puertas a un mundo en el que reinaba el oscurantismo. Como bien dijo María José Cantudo: «España le debe muchas alegrías a mi pubis». Al suyo y al de otras muchas que como ella no dudaron en desnudarse ante las cámaras para bailar al ritmo que marcaba la música.

En este nuevo libro, Rosa cuenta todo lo que debieron luchar las mujeres por sus derechos y lo hace a través de historias como la de Cristina Almeida cuando perdió la virginidad, o aquella mujer que le metía somníferos a su marido en la cena para escaparse a un tablao flamenco con su amante gitano.

Hace unas semanas salió a la venta el décimo libro de la periodista Rosa Villacastín, «Los años que amamos locamente: Amor, sexo y destape en la Transición» (Plaza & Janes) y ya se ha convertido en uno de los más vendidos en librerías.