Pensándolo bien/ El efecto Streisand de la censura

Francisco González

 

El efecto Streisand de la censura 23.02.17

Resulta preocupante la involución de libertades, y sobre todo de la libertad de expresión, que padecemos últimamente. Mucha gente está siendo multada por cosas como poner su cara a un cristo, que habría que ver qué haría ese juez a los de Monty Phyton, y varios músicos han sido cruelmente encarcelados por sus ripios.
La censura es vieja enemiga de la risa, de la sátira, de la crítica y del arte. Pero en una sociedad culta y que se pretende europea y libre consigue lo contrario, dar más visibilidad a lo que se intenta ocultar o negar. Es lo que se ha llamado el efecto Streisand, que es un fenómeno en el que un intento de censura o encubrimiento de una información fracasa o es contraproducente, ya que ésta acaba siendo más divulgada que si se hubieran estado calladitos. Se llama así porque le pasó a la cantante Barbra Streisand, como les está pasando ahora a tanto censor y a tanto ofendido.
El alcalde de O Grove, en Pontevedra, un tal José Alfredo Bea Gondar, demandó al autor del libro titulado Fariña –publicado hace tres años– en el que se destapaban los nombres del narcotráfico. Consiguió el secuestro de la publicación, pero su nombre está en boca de toda España. La obra de denuncia de Santiago Sierra censurada esta semana en ARCO ha acabado llamando la atención en toda Europa sobre el debate de los presos catalanes.
Pero incluso la represión tiene cierto efecto positivo, dentro de la desgracia, para sus víctimas, como una especie de justicia poética: las canciones de Valtonyc o de Pablo Hasel son más oídas y compartidas ahora de lo que nunca soñaron sus autores, y tal vez se encuentren con un dinerillo al salir del talego. La obra censurada en ARCO se la rifan hoy las galerías de arte y ha hecho famoso a su autor. La revista El Jueves resucitó en ventas tras su secuestro. El libro de Nacho Carretero Fariña se ha agotado en las librerías tras el secuestro de la jueza y es actual número uno en Amazon. Aún así, la verdad, cuando se cumplen 37 años del 23-F, es un triste consuelo tener que hablar de esto.

Francisco González, sociólogo