Recién llegado a Mallorca recibimos en el estudio de IB Magazine a Josep Palacios después de regresar hace unos días de Kampala, Uganda, donde pudo comprobar en primera persona la realidad que se vive en el ghetto y la gravedad de la situación por la que pasan los niños que literalmente se encuentran tirados en la calle.
Uganda tiene una de las poblaciones más jóvenes del mundo.
El 56 % de sus habitantes es menor de edad y son ellos, los niños y adolescentes, quienes sufren con más fuerza los latigazos de la pobreza. Muchos viven en la calle, sin recursos ni nadie que se encargue de ellos. Las organizaciones que trabajan con los menores estiman que tan solo en Kampala hay más de 10.000 niños viviendo en guetos y calles de barrios marginales.
“Los niños de la calle no son un problema, sino que son resultado de lo que les rodea: de la pobreza, de la pérdida precoz de sus parientes, del impacto de enfermedades como el VIH, de las migraciones urbanas, de la pérdida de valores tradicionales, de la violencia doméstica, del abuso físico y mental”, apunta Palacios. A menudo carecen de acceso a agua potable, alimentos, atención médica, refugio, educación y protección. Algunos tienen suerte y son rescatados por oenegés, pero muchos pueden estar ahí de por vida. En algunos casos están tan acostumbrados a vivir en la calle que no quieren irse. En otros, llegan a formar familias con las pocas chicas que hay en la calle. No tienen educación sexual, no se protegen porque consideran poco probable contraer el sida, porque creen que a ellos no les puede pasar.
“Lo que he vivido en Kampala no se me olvidará nunca, anímicamente han sido los días mas difíciles de mi vida. Fue un viaje de mucha carga emocional, de pronto reías que podías llorar pensando en la triste realidad que se vive, además por fin podíamos reunirnos con mi hija Jessica y conocer el entorno que nos había descrito su marido Lucky.
De Lucky, fundador de la ONG, solo puedo decir buenas palabras, antes de conocer a Jessica, ayudaba a los niños del ghetto en todo lo que podía, vendía los cd’s de su música y con lo que sacaba, un domingo al mes daba una fiesta y ofrecía comida a 50 ó 100 niños. Lucky Man, su nombre artístico, significa hombre afortunado y así es como él se siente, transmite alegría desde que se levanta por la mañana hasta que se acuesta, siempre esta cantando y lleno de optimismo, es una referencia en las calles del ghetto. Después de conocerse, enamorarse y casarse Jessica y Lucky decidieron abrir la ONG Life Mu Ghetto e intentar empezar con una labor que poco a poco ha ido creciendo» apunta Palacios.
Una aportación de 5€ mensuales pueden garantizar la comida de un niño durante más de 10 días.
En Kampala todo es un caos, hay 2 millones de habitantes y las calles son un puro tetris, sin iluminación, ni señalización, sin semáforos, ni normas. No hay escuela pública, todas las escuelas son de pago y la miseria esta por todas partes. Se necesita mucha ayuda y urgente. En Uganda, legalmente, no se pueden adoptar niños, están totalmente desamparados y si les preguntas por sus padres directamente te dicen que no tienen ya que, lo mas probable, es que hayan sido apaleados y rechazados por su propia familia. En la situación actual solo ONGs como Life Mu Ghetto pueden hacer algo para devolverles un poco la dignidad y el cuidado que merecen.
El próximo reto es conseguir construir una casa más grande a las afueras de Kampala para los 7 niños que ya conviven en la casa de Life Mu Ghetto y poder acoger a muchos más, en un entorno más seguro donde puedan salir a jugar sin peligro. En la casa que están ahora no disponen de espacio abierto donde puedan explayarse, tan solo un pequeño campo cerca de la casa donde juegan al futbol siempre bajo la supervisión de los adultos.
Unos 15 días antes de nuestra llegada hubo una redada y la policía se llevó aproximadamente a 200 niños a lo que llaman refugios pero que realmente son cárceles y en muy malas condiciones, son invisibles nadie los va a reclamar.
En el tiempo que estuve allí pude conocer muy bien a los niños, me dieron muchos besos un día me lleve a los niños al zoológico y paramos a comer en un merendero, aunque realmente no se les pueden dar muchas esperanzas, la única posibilidad que tenemos de ayudarlos es desde allí, intentando salvar a todos los niños que sea posible, ofreciéndoles comida, hogar y educación.
El momento de la despedida fue muy emocionante, lloramos muchísimo, si duda fue el viaje más duro de mi vida, donde me encontré cara a cara con una triste realidad pero siempre con la esperanza de poder ayudar y con la satisfacción de ver el antes después de los niños de Life Mu Ghetto sabiendo que la ONG les ha cambiado la vida y han dejado de estar solos.
De cada vez se va implicando mucho más la gente de la sociedad Balear y lo que se necesita ahora mismo para poder seguir con la labor y poder tener una estabilidad son las aportaciones fijas mensuales, no importa que sea de mucho o poco dinero pero poder tener una previsión del dinero que puede entrar mensualmente facilita mucho la organización, además la ONG ahora tiene un nuevo reto que es conseguir un hogar mejor, más grande y más seguro donde poder acoger a más niños», señala Palacios.
Si queréis colaborar o conocéis a alguien que pueda y le apetezca hacerlo, podéis escribir a [email protected]
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