La Misterioteka visita Belchite, el pueblo fantasma

Nadie hubiese pensado jamás que un pueblo de no más de 1.500 habitantes situado a 49 kilómetros de la capital de Zaragoza, marcase tanto la historia de España en plena Guerra Civil, tanto por su sanguinolenta y triste historia, durante y después del final de la guerra. Pero toda esa historia bélica, que sin duda marcó un antes y un después en Zaragoza, parece que no ha terminado.

Testigos presenciales entre los que se encuentran vecinos de Belchite (viejo), el propio alcalde e investigadores de fenómenos paranormales, aseguran que allí la guerra no ha terminado. Psicofonías, grabaciones de sonidos perfectamente audibles de bombardeos, aviones arrojando obuses o los disparos de los fusiles de ambos bandos, tanto republicanos como nacionales. Después de algunos años leyendo y documentándome sobre el pueblo de Belchite y sus “supuestos” fenómenos paranormales, hace pocos días tomé la decisión de tomar un avión y desplazarme hasta allí, hablar con la gente de Belchite en lugar de dejarme influir por las investigaciones de gente ajena al pueblo y sacar mis propias conclusiones que con mucho gusto… vengo a contarles.

¿QUÉ PENSAMIENTOS TIENE UNO CUANDO SE ESTÁ DESPLAZANDO A UN SITIO DONDE HACE 82 AÑOS HUBO UNA AUTÉNTICA MASACRE Y FUE UNO DE LOS ESCENARIOS MÁS SANGUINOLENTOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA?

Pues si te soy sincero, el día anterior prácticamente no dormí. Eran las 2 de la madrugada y mientras estaba preparando el equipo con las cámaras, los objetivos, micrófonos, etc… pensaba: mañana estaré andando por calles que hace ochenta y dos años estaban repletas de cadáveres, cuerpos mutilados, calles llenas de odio y de controversia. Calles que fueron testigos y víctimas a la vez, de ideales políticos distintos que se cobraron la muerte de 1.400 hombres y mujeres, de 400 niños, ideales que fragmentaron a España en dos bandos. Pero a la vez pensaba que, esa historia me sonaba de algo y desgraciadamente me sonaba porque en menor escala, es lo que está sucediendo ahora mismo de nuevo en España. Mi nerviosismo también estaba ocasionado por las psicofonías que he escuchado durante varios años obtenidas allí ahora, en pleno siglo XXI. Grabaciones donde pueden oírse con todo lujo de detalles las bombas caer y explotar, las ametralladoras disparando sus proyectiles, el lamento de la gente… y yo, por primera vez, me iba a desplazar como “investigador” a ese mismo lugar donde Iker Jiménez y su mujer Carmen Porter, junto a su equipo de investigadores y Javier Pérez Campos, al que tuvimos la oportunidad de entrevistar hace dos temporadas, y concretamente él fue quien tuvo una experiencia única en Belchite, y yo… iba a estar ahí, en el lugar de los hechos. Una sensación indescriptible.

CUANDO LLEGASTE ALLÍ, ¿QUÉ SENSACIÓN TE PRODUJO?

Bueno, ya en el avión tenía una especie de “cosquilleo” por el cuerpo porque no sabía lo que me iba a encontrar. No sabía si podría grabar o si podría hacer fotografías, aunque previamente ya había concretado la visita con una extraordinaria mujer de allí, del mismo Belchite y guía del recorrido que me iba a mostrar con todo lujo de detalles los restos del “Pueblo fantasma”, “El pueblo de la muerte”. Pero antes de eso, nos hospedamos en “La Posada del Tozal”, en pleno centro de Teruel. Queríamos visitar el museo de “Los amantes de Teruel” y algunos puntos históricos que había por allí. Pero me voy a centrar en la posada donde nos hospedamos. -Era una posada del S. XVI y cuando digo del S. XVI era del S. XVI. Quiero decirte que nada más ver el interior, con unas 10 habitaciones creo aproximadamente ya te ponía la piel de gallina. Era una posada que estaba tal cual estaba en esa época. Las escaleras de piedra cubiertas de azulejos resquebrajados por el tiempo y completamente desnivelados todos los peldaños desde el primero al último. Cuadros en las paredes de los antepasados que sin lugar a dudas todos han fallecido allí. Nos asignaron la habitación 004 y dato curioso es que Mei, mi hija de tres años recién cumplidos, cuando abrimos la enorme puerta de madera, agrietada y medio descolgada de las bisagras oxidadas por el paso de los años, no quería entrar, le daba miedo. Le pregunté que qué le pasaba, que de qué tenía miedo. Me respondió, con tres años recién cumplidos, que no quería entrar porque en esa habitación había fantasmas. Lo cierto es que cuando entramos a la habitación, era tal el desnivel del suelo que incluso debías reclinar la espalda un poco hacia atrás al andar para guardar el equilibrio. Camas de la época, suelos de la época, mesillas de noche de antaño, incluso el espejo que había en la habitación estaba incrustado en un artilugio de hierro “trabajado” en cuyo centro había una antigua palangana oxidada en gran parte, de las que se usaban para asearse. -Pues bien, después de la experiencia de la posada, nos dispusimos a preparar el equipo de fotografía y de grabación porque aún nos quedaba un viaje en coche de una hora y media hasta Belchite Viejo. Una vez llegamos a Belchite, buscamos la entrada al “Pueblo de Belchite Viejo” dado que en el 2006 fue vallado para impedir que la gente pudiera acceder al pueblo, primero porque ya podía verse alguna que otra pintada en alguna pared, y segundo porque dado el estado de las casas, de las iglesias y en definitiva de lo que queda aún en pie como la Torre del Reloj o la Torre Mudéjar del S. XVI del Santuario de la Virgen del Pueyo. Por fin, cuando llegamos a la entrada situada cerca de la Plaza Goya, lo vi. Era como ver la entrada al pasado, al mundo de lo que muchos califican como “paranormal” y otros lo califican como la entrada a un mundo de dolor y sufrimiento que, por desgracia, es lo que fue hace ya ochenta y dos años.
Aparcamos y nos dirigimos a la entrada, al Arco de la Villa, la frontera entre un lugar donde muchos no entran por miedo a lo desconocido y por su creencia a día de hoy, en que sigue reinando el dolor y sufrimiento dentro de Belchite, entre esas paredes agujereadas y heridas por los impactos de balas y metralla. Dolor, sangre y sufrimiento que, de alguna manera, las personas que en su día fueron víctimas de aquella barbarie, hoy siguen aclamando y gritando de pena, dolor y sufrimiento dejándolo plasmado en innumerables psicofonías y grabaciones de vídeo. -Una vez vino la guía a por nosotros, nada más abrir la puerta del pueblo y entrar en él, cuando cerró aquella enorme puerta de madera, sentí como dejaba atrás la población actual y el mundo del que procedía y me adentraba en una época completamente diferente. Tenía delante de mí la Calle Mayor. La calle que tantas veces había visto en YouTube y en documentales de televisión. Tenía delante de mí una calle polvorienta, llena de piedras y delimitada por edificios antiguos derruidos en cuyo caso muchas veces solo quedaba la pared principal con el balcón de hierro forjado suspendido en el aire. Edificios que en su día acogían a familias enteras con niños. Familias con su vida perfectamente estructurada y que un día, las discrepancias entre dos ideales políticos se llevaron por delante. Estaba en la calle mayor donde mi cerebro de forma inconsciente, recordaba las imágenes vistas en televisión de esa misma calle anegada de muertos y cuerpos destrozados y mutilados, y como en una película, fusionaba esas imágenes con las que estaba viendo en ese momento. Estuvimos en la plaza del pueblo regentada y custodiada por una enorme cruz de hierro que se alzaba con orgullo hacia el cielo de Belchite viejo. Una cruz que señala el lugar donde después de varios días de intensos bombardeos, los vecinos de Belchite de forma voluntaria, retiraron los cientos de cuerpos destrozados y en avanzado estado de descomposición y apilándolos unos encima de otros, los quemaron para evitar infecciones ahí mismo, en la cruz donde yo estaba sentado y reflexionando sobre todo lo que estoy hablando. -Y por fin, después de la visita obligada a la Torre del Reloj y otros edificios del pueblo, llegamos al lugar por el que me había desplazado 550 kilómetros hasta Teruel y 110 kilómetros hasta Belchite. El lugar que tantas y tantas veces vi en televisión, el mismo en el que Iker Jiménez y su equipo registraron los sonidos y grabaciones paranormales y que sin duda, eso fue lo que me llevó a emprender ese viaje. No me lo podía creer estaba frente a la entrada de la Iglesia de San Martín de Tours en Belchite. No pude evitar preguntarle por el lugar donde el equipo de Cuarto Milenio hizo sus investigaciones y la experiencia de aislamiento llevada a cabo por Javier Pérez Campos. –El lugar favorito de los investigadores de fenómenos paranormales. Dijo ella. Cuando estuve allí, delante de aquellas paredes, cubierto por una cúpula prácticamente destrozada y agujereada por el impacto de las bombas y frente aquellas imágenes pintadas en un color azul que vagamente se distinguía por el paso de los años, en ese momento respiré profundamente y pensando en mi interior: – ¡Lo conseguí! ¡Estoy aquí¡
Hice fotografías desde todos los ángulos habidos y por haber. Al techo, al suelo, paredes, pinturas, al lugar donde colocaron las grabadoras y cámaras… Pero lo mejor de todo es que aun puede haber más sorpresas… Y es que todo ese material grabado y todos esos cientos de fotografías de Belchite Viejo, el Pueblo Fantasma… Ni he oído aun las grabaciones, ni he visto aun las fotografías. ¿Habremos grabado o fotografiado algo fuera de lo normal…? Ya te lo contaré en otra ocasión…

David Fernández, experto en ciencia, evolución y misterio. Autor de La Misterioteka.

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